lunes, 14 de marzo de 2022

La Fuga de Menacho

Hoy voy a contarle una historia muy nuestra. Una historia de héroes que tiene como protagonista a Rafael Menacho.


Ocurrió a principios de 1810, en plena Guerra de la Independencia. Con España comida de gabachos y los nuestros mordiendo el polvo por enésima vez, los ingleses protagonizaron su particular 'Brexit' dejando a Extremadura sumida en un mar de espantos. Porque un tsunami formado por tres cuerpos del ejército francés comenzaba a derramarse sobre La Mancha, arrasándolo todo a su paso, mientras otro más iba forjándose sobre la mitad norte de nuestra región. La mitad restante subsistía apoyada en Badajoz, postrero bastión de resistencia en el que los españoles habían depositado todas sus esperanzas.


Por entonces, el duque de Alburquerque mandaba el Ejército de Extremadura de manera interina mientas el marqués de La Romana, su jefe natural, confabulaba en Sevilla para la creación de una Regencia. Hasta que la capital de Andalucía cayó el 1 de febrero y los próceres de la patria salieron huyendo como gamos al seguro de los baluartes de Cádiz. Y al Duquecito, que en sus treinta y cuatro años recién cumplidos acreditaba por todo valor un incondicional apego a la causa de los británicos que nos abandonaban, le faltó tiempo para espolear a su gente en dirección a la bahía gaditana, dejando esta tierra más pelada de defensas que las posaderas de un mandril.


Pero hete aquí que entra en escena Menacho para frenar a los suyos y encarar al enemigo, que iba ya subiendo con planes para tomar de balde Badajoz. Los destacamentos franceses son demasiados, les rodean y quedan atrapados en las inmediaciones de Salvaleón, mientras el grueso de las tropas enemigas se planta frente a la ciudad y comienza a cavar las trincheras. En Badajoz malviven apenas trescientos paisanos con trabucos que poco pueden ofender a la todopoderosa artillería imperial, por lo que todos se barruntan lo irremediable. Y en tan funestos pensamientos están a punto de entregarse cuando, oh mon Dieu, como un trueno en medio de la tormenta, mil quinientos hombres armados quiebran las líneas e irrumpen furiosos en la plaza.
Gracias a una treta de Menacho, habían escapado al cerco de Salvaleón para recorrer más de 50 kilómetros en una noche, famélicos y exhaustos, dispuestos a defenderla con su sangre. Los vecinos se echaron a las calles entre vivas y repiques de campanas, inspirando los compases del 'Himno a Badajoz Vencedora' que días más tarde solemnizaría la gesta, al tiempo que los franceses desmontaban los cañones y regresaban mohínos a Sevilla. No todo estaba perdido.


Gracias a Menacho, la promesa de una nación libre pudo anidar de nuevo en el corazón de todos los españoles. Porque, aunque el general no salió ya más de Badajoz, sepultado bajo sus piedras como quería, aquella temeraria carrera, 'La Fuga de Menacho', dio alas a nuestra independencia y cambió el curso de la guerra.


JACINTO J. MARABEL


En junio de 1810, tras burlar a las tropas francesas en Salvaleón gracias a una maniobra de distracción, el general Rafael Menacho y sus hombres pudieron llegar a la capital pacense recorriendo, sin comer ni dormir, los 50 kilómetros que separan ambas localidades. Menacho, que iba cerrando la columna, se desmayó al llegar, y fue entonces cuando los soldados se dieron cuenta de que su muslo izquierdo estaba atravesado por una bala de fusil.

A raíz de esta gesta histórica, Francisco José de Mollé escribió ‘A Badajoz vencedora’, un himno que la banda municipal de música recupera en 2022 para que vuelva a sonar en la ciudad dos siglos después de hacerlo por última vez. Su director titular, Vicente Soler Solano, ha adaptado la partitura antigua para bandas sinfónicas tras la petición realizada por el ayuntamiento a través de su Concejalía de Cultura. «El objetivo es poner en valor lo intangible e intentar que, entre todos, podamos conocer nuestro pasado porque el conocimiento genera apego, compromiso y ganas de seguir participando en el futuro de la ciudad»